Hermanos de sangre by Haffner

Hermanos de sangre by Haffner

autor:Haffner
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2015-05-02T00:00:00+00:00


12

¿De dónde ha salido tanto dinero?

Anneliese, la manceba

de la pandilla.

Rehkeller y Paule el de las Ratas.

Batalla entre pandillas

en la Mühlenstrasse.

Gotthelf, el padrino

de la pandilla.

Muchas cosas han cambiado durante el tiempo en que Ludwig ha permanecido en prisión. Todos los chavales tienen ropa nueva. Algunos como Fred, Jonny y Hans llevan atuendos nuevos de la cabeza a los pies. Visten trajes de calidad e incluso abrigos de invierno. También manejan dinero. Jonny organiza al instante una recolecta para Ludwig entre los Hermanos de Sangre. «Para que se olvide de la trena.» Ludwig recibe cuarenta y dos marcos. Deberá comprarse un abrigo y las cosas pequeñas que le hagan falta. Al atardecer del día en que Ludwig ha conseguido por la fuerza la libertad, está prevista en su honor una gran ronda por los bares. Todos los camaradas muestran alegría sincera por tener de nuevo a Ludwig con ellos. Consideran que ha ganado muchos puntos por la forma descarada de darse el piro. El tipo aquel de la estación de Stettin que le endosó a Ludwig el papelito comprometedor deberá poner un número a cada uno de sus huesos cuando lo atrapen. Menuda canallada. Bien podía haber prevenido a Ludwig: este papel tiene riesgo. ¿Quieres ir en busca de la maleta? Repartimos a medias. En tal caso el asunto habría sido honrado, no así, de aquella otra manera... ¡Tenemos que echarle el guante!

A Ludwig le da miedo mostrarse en público esa misma tarde en tantos bares. En cualquier redada lo pueden descubrir, con mayor razón al carecer de papeles. Papeles, papeles... Jonny reflexiona. Después: «Ven conmigo, Ludwig». Se dirigen a la Grenadierstrasse. El gueto de Berlín, la calle de los secretos e inquietantes negocios y albergues. Jonny intercambia algunas palabras con una vieja judía delante de una tienda situada en un sótano. Ella hace venir del sótano a un joven y lo manda con un recado. Pasados varios minutos, el joven vuelve en compañía de un pequeño judío de tez curtida, vestido con un grasiento caftán. La barba y el pelo del viejo son de color gris verdoso y están formados por mechones enredados. Sus ojos pequeños escrutan nerviosos de aquí para allá. El judío invita a entrar en la tienda a Jonny y Ludwig.

En realidad, el nombre de «tienda» constituye un halago sin justificación. Todo el surtido podría pagarse de sobra con diez marcos. Algunas venerables galletas arrugadas, los habituales ajos y paquetes de margarina preparada según el rito judío. La tienda no es más que un pretexto, una simple tapadera para mejores negocios que no precisan de almacén. Entran en una trastienda oscura, desprovista de ventanas. El judío toma asiento entre Ludwig y Jonny, en lo que en otros tiempos fue un sofá. Devoto, sumiso y sin aparentar recelo, el viejo astuto junta las manos atravesadas de venas negras: «¿Qué desean los señores?». «Este amigo mío necesita papeles», empieza a hablar Jonny. «Papeles... Oh...» El viejo adopta una actitud de reserva y suspicacia. Los papeles falsos son un asunto complicado. Jonny le ofrece quince marcos por una cédula de identidad o por una tarjeta de desempleado.



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